Excelso jurista conocido no sólo por ser el primer afroamericano en alcanzar
un sillón en el Tribunal Supremo de EE.UU, sino como el principal artífice del
fin de la segregación racial y el arquitecto al que se deben los cimientos
sobre los que se ha erigido la pacífica convivencia multirracial del siglo XXI.
La prolífica vida de Thurgood Marshall comenzó un 2 de julio de 1.908 en
Baltimore (Estado de Maryland) y se desarrolló en el seno de una familia
humilde, cuya ascendencia conocía bien el yugo de la esclavitud. El pequeño
Thurgood enseguida comenzó a dar sus primeros pasos en el mundo del Derecho,
cuando correteaba por los pasillos de los juzgados de su ciudad natal en el
intento de su padre por inculcarle el espíritu de los principios que regían la
Constitución Americana.
Estudiante brillante y revolucionario pacífico, la trayectoria de
Marshall es parcialmente deudora de su formación inicial en la Universidad de
Lincoln (Estado de Pennsylvania). Allí compartió ideas y proyectos con un
distinguido grupo de jóvenes que como él sintió el irrenunciable deber de
contribuir a erradicar el legado histórico del racismo. Langston Hughes, el
posterior presidente de Ghana Kwame Kkrumah, y el músico Cab Calloway
compartieron inquietudes e impulsaron el camino de Thurgood en su valiente
cruzada.
La cruel realidad de la sociedad americana de principios de siglo la
pudo comprobar un joven Marshall en 1.930 cuando solicitó su ingreso en la
Escuela de Derecho de la Universidad de Maryland y fue rechazada su admisión
por motivo de su raza. Tras ser aceptado en la Escuela jurídica de la
Universidad de Howard ese mismo año, Thurgood terminó de perfilar su vocación
de la mano de su maestro Charles H. Houston, que influyó decisivamente en la
definición del carácter emprendedor de Marshall y en la adquisición de sus
habilidades dialécticas.
Recién terminados sus estudios superiores, Thurgood se embarcó sin
demora en su histórica lucha por equiparar los derechos fundamentales de los
ciudadanos de raza negra con los de los blancos. Así, en 1.935, un abogado sin
apenas experiencia forense demandaba a la Escuela de Derecho de la Universidad
de Maryland exponiendo la injusticia que representaba la no admisión del joven
Donald G. Murray por razón de su raza. La victoria, que alcanzó un trascendente
eco social, no sólo supuso el punto final a la segregación racial en esa
universidad, sino que también reconfortó la incipiente carrera de Marshall, que
años atrás estuvo a punto de ser truncada por la denegación de su ingreso en la
misma..
La lucha a largo plazo que programó Thurgood Marshall en los tribunales,
como abogado primero, y como juez en una etapa posterior, se centró en el
derrocamiento de la decimonónica doctrina jurisprudencial que consagraba el
“iguales pero separados”. Para ello adoptó una estrategia basada en su honda
convicción de que sólo la verdadera integración permitiría al país tender un
puente que acercase las orillas donde se bañaban los derechos de sus diferentes
razas. No fue tarea fácil, si bien, desde el telescopio de la historia, se
admiran hoy los logros alcanzados por Marshall en la equiparación de los
derechos fundamentales al voto, a una vivienda, la educación, a un proceso con
las debidas garantías, sin registros ni embargos ilegales, o a un sistema
contributivo no discriminatorio.
Si bien el abogado y juez Marshall enarboló la bandera de la protección
de los derechos de la población negra, su contribución al mundo jurídico se
convirtió en la piedra angular sobre la que se edificaría la moderna pirámide
de derechos civiles para todos los americanos. Thurgood Marshall fue la voz en
los tribunales de todos aquellos que no tenían voz: mujeres, niños,
inmigrantes, prisioneros, vagabundos... La principal defensa de estos
colectivos durante el siglo XX fue asumida por un Marshall al que incluso la prensa
tuvo que agradecer la ampliación de sus libertades durante esa centuria.
La larga carrera profesional de Thurgood Marshall estuvo ligada a su
participación activa en la Asociación Nacional para el Avance de la Gente de
Color, en la que se enroló en 1.936 y en 1.940 ya ocupaba el cargo de director
de servicios jurídicos y educacionales. Pero, sin duda, las crónicas de la
época elevaron al letrado Marshall a los altares por su actuación en el ‘caso
Brown’ contra el Departamento de Educación de la ciudad de Topeka. Tras veinte
años de duras y exitosas batallas contra las injusticias patrocinadas desde los
organismos estatales, Marshall asestaba un golpe mortal a la legalidad de la
discriminación racial. El 17 de mayo de 1.954 el Tribunal Supremo fallaba en
favor de las tesis mantenidas por Thurgood, aboliendo la legalidad de la
segregación en los colegios públicos americanos. Tras este precedente sentado
en el ámbito de la educación, el “iguales pero separados” tenía ya los días
contados.
Los reconocimientos a la trayectoria de Thurgood Marshall no tardaron en
llegar. En 1.961 el presidente John F. Kennedy nombraba a Marshall miembro del
Tribunal Federal de Apelaciones para el segundo circuito judicial. A pesar de
la inicial oposición a su nombramiento de un grupo de senadores, finalmente
Thurgood pudo comenzar a desarrollar su labor desde el otro lado de los
estrados y, en tan sólo cuatro años, dictó 112 sentencias, ninguna de las
cuales fue revocada por el Tribunal Supremo. Era tal la fuerza y convicción de
sus argumentos que, además, muchos de sus votos particulares fueron adoptados
como propios por este tribunal.
El presidente Lyndon Johnson dirigió también su mirada hacia la persona
que estaba cambiando el curso de la convivencia social en su país. Entre 1.965
y 1.967 Thurgood Marshall continuó con su estrategia de lograr la integración
racial actuando desde la óptica de la administración estatal, y se integró en
el cuerpo de Abogados del Estado. En tan sólo dos años, un imparable Marshall
defendió 19 casos ante el Tribunal Supremo, que resolvió a su favor en 14
ocasiones.
El hecho de haberse convertido en el abogado que más éxitos había
cosechado ante el Tribunal Supremo, unido a su admirada labor en defensa del
reconocimiento de los derechos civiles de los ciudadanos de raza negra,
catapultó a Marshall hacia la máxima instancia judicial. En 1.967, tras la
vacante causada por el juez Tom Clark, el presidente Johnson designó a Thurgood
Marshall como nuevo miembro del Alto Tribunal, convirtiéndose así en el primer
afroamericano en alcanzar tan alta responsabilidad y dignificación profesional.
Durante 24 años el juez Marshall ejerció su magisterio desde el Tribunal
Supremo, lo cual le posibilitó una fecunda labor continuadora de su proyecto
vital de asentar las bases para la equiparación de derechos entre ciudadanos de
distintas razas.
En 1.991 Thurgood Marshall decía adiós a su actividad judicial. Había
sido una larga lucha y tocaba dejar el camino expedito a las nuevas
generaciones. Poco después, en 1.993, se alejaba definitivamente de su mujer y
de sus dos hijos aquejado de una afección cardiaca. A ellos y a todos los
ciudadanos americanos les dejaba a título de legado su gran diseño de cómo
debía procederse para superar las diferencias en una sociedad multirracial, el
talón de Aquiles de la historia americana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario