Lord Denning fue uno de los jueces más influyentes y carismáticos del
siglo XX en el Reino Unido y en los países de la Commonwealth. Humanizó su
profesión al acercarse como nadie había hecho antes al ciudadano de a pie,
salvaguardando sus derechos y dictando sentencias novedosamente claras y de
fácil comprensión con una redacción pausada y sencilla.
Su pasión e instinto por la justicia le encumbraron en lo más alto de la
judicatura a la vez que suscitaron las más acérrimas críticas de los
legisladores ortodoxos de la época por desafiar principios doctrinales y
tecnicismos legales que a su entender habían quedado obsoletos.
Entre
la guerra y el campus. Alfred T. Denning nació el 23 enero 1899 en Whitchurch, condado de
Hampshire, en el seno de una familia de clase media-baja; su padre, Charles
Denning, regentaba una mercería y su madre, Clara, era profesora. Los cinco
hijos fruto de este matrimonio lucharon en la Primera Guerra Mundial y dos de
ellos fallecieron en el frente. Clara consideraba a “Tom” Denning el más débil de
los cinco hermanos, un hecho que más adelante forjaría su personalidad como
juez. En la primavera de 1918 Denning se alistó en la 151ª Compañía de Campo de
los Ingenieros Reales, colaborando en la construcción de puentes sobre el río
Ancre, en Francia, bajo fuego enemigo constante, a pesar de lo cual salió
ileso.
Al regresar del campo de batalla obtuvo una beca a través de su colegio
para estudiar matemáticas en la Universidad de Oxford. Una vez acabada la
carrera comenzó a impartir clases en un colegio de Winchester, pero pronto
advirtió que la docencia no era su vocación, entre otras razones porque le
costaba mantener el orden entre sus alumnos, pero sobre todo, según dijo en una
carta que escribió entonces a la que sería su primera esposa, porque no deseaba
hacer un trabajo tan rutinario, sin ambición alguna. En un intento casi
desesperado por encontrar su vocación, volvió a Oxford para estudiar leyes en
Magdalen College, el mismo colegio mayor donde años antes había obtenido
calificaciones sobresalientes. Al igual que entonces, Denning obtuvo los
mejores resultados académicos cuando se licenció en derecho en 1922. Años
después sería nombrado miembro honorario de Magdalen College y de los Inns of
Court (colegio de abogados) donde ejerció.
Su
formación como jurista. En junio de 1923 Denning inició su carrera
como barrister cuando fue llamado para ejercer en los tribunales de Lincoln’s
Inn, uno de los cuatro colegios donde se forman estos abogados. Convencido de
que las cualidades esenciales de un buen barrister eran el sacrificio, el
sentido común y una personalidad agradable, demostró ser un trabajador
infatigable, respetuoso y carismático. Con el tiempo se fue labrando una
reputación por presentar sus argumentos de forma clara, directa y meticulosa,
con un perfecto conocimiento de los hechos en cada caso que se le asignaba, lo
cual a menudo era una ventaja sobre algunos de sus contrarios, más centrados en
buscar obstáculos procedimentales que oscureciesen la realidad de los hechos.
Adquirió la toga de seda como Queen’s Counsel en 1938 y
tuvo un éxito inmediato, situándose rápidamente en primera línea para la
promoción dentro de la Carrera. En efecto, en 1944 sería nombrado juez
del High Court con tan solo 45 años, muy por debajo de la
media de edad con la que se iniciaban los jueces. Era evidente que un hombre de
unas cualidades y perspectiva inusuales había entrado en la judicatura. Las
brillantes conclusiones y resúmenes que presentaba a los jurados causaban muy
buena impresión, al tiempo que sus coloridas sentencias denotaban conocimientos
enciclopédicos y un profundo entendimiento de la ley. Aun siendo un juez
principiante, no era necesario tener un sexto sentido para percibir que la actitud
de Denning hacia los precedentes arcaicos no era precisamente reverente. La
confirmación pública de que Denning quería innovar y reformar llegó muy pronto,
en el primer caso que le lanzaría a la fama tres años después de su llegada al
Bench como juez y que vino a ser una clara declaración de intenciones en cuanto
a su disconformidad con el sistema imperante basado en seguir
incondicionalmente los precedentes existentes. El caso High Trees en 1947 le
dio a conocer por su innovadora sentencia en la que dio vida al principio de
“equitable estoppel”, un lejano pariente de la doctrina de los actos propios.
A partir de ese momento su ascenso fue fulgurante. En menos de cinco
años llegó alCourt of Appeal, donde permaneció durante otro lustro,
hasta que en 1957 fue promocionado al House of Lords, la
prestigiosa Cámara de los Lores. Con su llegada al máximo estamento judicial
del país, emergió plenamente como un valeroso y controvertido oponente de lo
que él denominaba “oscurantismo legal”. En sus discursos en el House of
Lords parecía intuir que, en el ejercicio de sus funciones, este
tribunal debería de hacer uso de poderes legislativos y cambiar la ley cuando
fuera necesario, en lugar de esperar a que lo hiciese el parlamento con su
habitual parsimonia. Esta propuesta fue ampliamente rechazada por la doctrina
ortodoxa liderada por Lord Simonds, quien expresó su desaprobación de lo que,
según sus palabras, constituía “una usurpación de la función legislativa bajo
el fino disfraz de la interpretación”.
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