Fue uno de los personajes más influyentes de la sociedad norteamericana
del siglo XX. Según el Honorable Richard Posner, Presidente del Tribunal
Federal del Seventh Circuit entre 1993 y 2000, Oliver W. Holmes Jr. fue,
simplemente, “la figura más ilustre en la historia del derecho norteamericano”.
Un
alumno aventajado. Nacido el 8 de marzo 1841 en Boston (Massachusetts), Oliver Holmes
Jr. fue el mayor de tres hermanos de una familia acomodada. Se educó en una
entorno cultivado, si bien desayunaba cada día sobre una mesa autocrática. La
relación de Holmes con su padre, un médico de fuerte carácter y escritor de
reconocido prestigio, no fue fácil, ni mucho menos fluida. No obstante, el
hecho de ser el preferido de su madre le permitió adquirir la suficiente
confianza en sí mismo como para desarrollar plenamente su potencial intelectual
desde una temprana edad.
En 1858, con tan sólo diecisiete años y después de recibir una educación
espartana en colegios privados, decidió seguir los pasos de su padre
matriculándose en Harvard para cursar la carrera de Bachelor of Arts[1]. En diciembre de
ese mismo año publicó su primer artículo, titulado “Books”, en la Harvard
Magazine en homenaje a Emerson, un ilustre personaje de la época. Poco
después, en julio de 1860, fue nombrado editor de la Harvard Magazine tras
publicar ensayos sobre Platón y Albrechi Durer. Su carrera de filósofo y
literato no había hecho más que comenzar y todo hacía presagiar que continuaría
la docta tradición familiar.
Sin embargo, su optimismo idealista fue repentinamente segado cuando
conoció de lleno los horrores de la Guerra Civil americana (1861-1865). El
estallido cambió definitivamente el curso de su vida y aportó una imborrable
dosis de experiencia y realidad a su pensamiento. En los albores del conflicto
bélico, muchos jóvenes americanos de aquella época deseaban recibir una
formación como soldados para defender los intereses enfrentados de la
incipiente nación americana. Antes de coger un rifle y sin saber lo que el
Frente le deparaba, el joven Holmes regresó a Harvard para graduarse como Bachelor
of Arts y recibir el premio de excelencia en composición de prosa
griega.
Un
soldado intrépido. Cuando se alistó en el XX Regimiento de Infantería de Massachusetts en
octubre de 1861, Holmes contaba con tan sólo veinte años. En su primera
incursión armada fue herido de gravedad cuando una bala perforó su pecho en la
batalla de Ball’s Bluff. Regresó a Boston para recuperarse junto a
su familia y volver al campo de batalla cuanto antes. Un año después presenció
con horror la batalla deAntietam, la más sangrienta de la Guerra donde
más de 20.000 soldados murieron en un solo día. Allí una bala le hirió en el
cuello. Afortunadamente se recuperó y regresó de nuevo con sus compañeros. Una
tercera herida de bala alcanzó su talón en el fragor de la batalla de Second
Fredericksburg y motivó su retirada definitiva del ejército.
Entre otras anécdotas de la guerra se cuenta que, en 1864, estando un
joven Holmes en Fort Stevens, cerca de Washington, bajo el fuego incesante de
los Confederados, un hombre espigado, vestido de traje y chistera,
imprudentemente se asomó por encima de la muralla de la fortaleza.
Instintivamente Holmes le gritó: “Get down, you damned fool!!”[2]. Aquel hombre no
era otro que Abraham Lincoln, que acató inmediatamente la orden.
Su accidentada experiencia bélica hizo que Holmes jurara estudiar
Derecho si sobrevivía a la guerra. Sin embargo, en el verano de 1864 estaba tan
decidido a cursar Filosofía que tuvo que visitar a Emerson, su mentor, para
convencerse a sí mismo de que debía iniciar la carrera de Derecho. En sus días
como universitario pasó innumerables noches con su gran amigo William James,
estudiante de Medicina, discutiendo diferentes temas filosóficos y tratando de
definir su particular visión legal a través de la filosofía.
Un
jurista independiente y brillante. Ingresó en la
Harvard Law School en 1864 graduándose en 1866. Después de superar las pruebas
correspondientes, pasó a integrarse en el Colegio de Abogados de Massachusetts
en 1867. Ejerció la abogacía durante catorce años, pero su verdadera pasión no
eran los detalles cotidianos de la profesión sino la erudición legal. En 1870,
al tiempo que ejercía la profesión con poco entusiasmo y sin mucho éxito, se
hizo editor de la American Law Review. Dos años después contrajo matrimonio con
Fanny Dixwell, el amor de su infancia e hija del profesor que le había
preparado para entrar en Harvard. El matrimonio no tuvo descendencia.
La influyente jurisprudencia alemana del siglo XIX motivó a Holmes a
aprender alemán por su cuenta. Fruto de este enriquecimiento intelectual, poco
después sería nombrado editor de la 12ª edición de los “Kent’s Commentaries”,
una obra que sin duda ejercería una gran influencia en el desarrollo de la
jurisprudencia americana de la época.
Del carácter de Holmes se dice que era excesivamente ambicioso y que
tenía pocos amigos. Mantenía correspondencia con mucha gente, pero la mayoría
de sus cartas eran muy impersonales, hablaban del tiempo, de su estado de salud
y de su voraz apetito por la lectura. Holmes pensaba que un hombre que no había
conseguido un gran logro antes de cumplir los 40 años jamás triunfaría en su
vida. Por ello, cuando le invitaron a impartir unas sesiones en el Lowell
Institute, Holmes, con 39 años, se enfrentó a la oportunidad, o quizás la
necesidad, de formular su gran teoría del Derecho y, por tanto, de dejar su
particular huella en la historia de los Estados Unidos.
En efecto, en 1880 Holmes impartió doce sesiones en el Lowell Institute
que al fin y a la postre se convertirían en su obra más famosa: “The Common
Law”. Las sesiones supusieron todo un soplo de aire fresco en los tiempos que
corrían. Holmes se enfrentó directamente al ambiente formal y estricto que
entonces reinaba en las universidades, sobre todo en la Harvard de Christopher
Columbus Langdell. En sus clases, Holmes proponía que el formalismo y la
rigidez del Derecho debían de adaptarse a las nuevas condiciones de la
sociedad; consideraba que el Derecho no es sólo un conjunto de reglas lógicas
desarrolladas por teóricos de la Ley, sino un cuerpo que crece, cambia y se
moldea con el tiempo. Esta filosofía la plasmó en una de sus frases más
célebres: “La vida del Derecho no ha sido la lógica, sino la experiencia.”
“The Common Law” fue calificada como “un hito de teoría e
historia legal” y “la mejor obra de Derecho escrita por un estadounidense”, además
de “rara y difícil de entender,” “incomprensible” y “contradictoria.” Con su
publicación en 1881, Holmes consiguió un amplio reconocimiento internacional.
Seguidamente comenzó a impartir clases de Derecho en Harvard, pero tuvo que
renunciar a este cargo poco después debido a su nombramiento como juez
del Supreme Judicial Court de Massachusetts, donde ejerció
durante veinte años.
En este Tribunal Holmes por fin pudo disfrutar plenamente de su trabajo
como jurista, especialmente en su faceta investigadora, pero sobre todo
dictando sentencias, donde demostró tener un talento innato para discernir casi
inmediatamente el problema jurídico y su resolución. Era conocido por sus
opiniones bien razonadas y fue uno de los primeros jueces en defender el derecho
de asociación de los trabajadores. Cuando la mayoría del Tribunal confirmó una
sentencia contra unos trabajadores por formar piquetes en el caso de Vegelahn
vs Guntner, Holmes redactó un brillante voto particular, donde mantuvo que
los trabajadores pueden asociarse y unirse legalmente para salvaguardar sus
intereses, incluso si mediante esta asociación se causa un daño temporal a la
empresa.
En 1897 Holmes publicó un célebre ensayo titulado “The Path of the
Law”, dando origen a su teoría sobre la predicción del Derecho. Así como en
“The Common Law” Holmes entendió el desarrollo normativo como un
concepto de Derecho impulsado por las costumbres sociales, en esta obra las
decisiones políticas son la base de dicho concepto.
En el año 1884, en el más famoso discurso leído en un “Memorial Day”[3], titulado “In
our youth, our hearts were touched with fire”,[4] Holmes
recordó emotivamente a soldados y compañeros de la Guerra Civil. Si bien para
Holmes la vida es una lucha por la supervivencia, nunca sugirió que esa lucha
tuviera que conducir a algo bueno; solamente afirmaba que hay algo muy noble en
la lucha en sí misma.
Tres años después de ser nombrado Presidente del Tribunal Superior de
Massachusetts en 1899, y conmovido por un discurso de Holmes leído en el “Memorial
Day” de 1895 sobre la belleza de la guerra (“The Soldier’s Faith”),
Holmes fue encumbrado por Theodore Roosevelt al Tribunal Supremo. Sin embargo,
Roosevelt pronto descubrió que Holmes era un hombre de hondas convicciones y
filosofía propia, lo cual podría acarrearle problemas. Efectivamente, un fuerte
desacuerdo con Holmes acerca de la Ley Antimonopolio Sherman no hizo más que
confirmar al entonces Presidente que el nombramiento podía no haber resultado
“conveniente”.
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